Una Noche Mágica

Abrí la ventana aquella noche, y allí estaba Luna. Brillaba como nunca y parecía que las estrellas estuvieran bailando con ella. Era un espectáculo fantástico y pedí un deseo: que Luna se quedara todas las noches y todos los días conmigo, de esa manera la podría ver cuando quisiera. Luna me sonrió.

Dejé la ventana abierta para sentir su compañía y para que entrara la brisa de la noche. Me puse a leer un libro nuevo que ese mismo día me había regalado mi tía Isabel. Ya llevaba un buen rato leyendo y la historia, me estaba llevando a lugares muy lejanos. Luna seguía brillando...

La historia era fantástica y los protagonistas eran niños como yo. Me veía inmersa en un mundo lleno de vivos colores, olores penetrantes y sonidos estridentes. No sabía porqué, pero me sentía rara: tenía la sensación de que no estaba sola en mi habitación.

Me acerqué a la ventana. Luna seguía allí. Dulce y tranquila me estaba mirando directamente a los ojos y parecía que estuviera hablando. Yo no me lo podía creer. Después de tanto tiempo durmiendo en esa habitación nunca me había pasado algo parecido.

Cada vez la sensación era más real. Noté que alguien me tocaba la espalda – NO ESTABA SOLA - Todos los músculos de mi cuerpo se quedaron paralizados, no sabía qué hacer. Miré fijamente a Luna esperando que pasara algo...y pasó. Luna me estaba hablando, sí, sí.....

Hablando con una voz muy dulce me decía que no tuviera miedo y que me diera la vuelta porqué detrás de mí estaba Tato, un amigo suyo. Esa misma noche, Tato le había pedido a Luna el mismo deseo que yo y por eso estaba allí. Se produjo un silencio absoluto, como si se hubiese detenido el tiempo, me giré lentamente para no romper esa magia...

Y... allí estaba, efectivamente. Mi corazón latía tan rápido y fuerte que parecía que fuera a explotar. Tato también parecía sorprendido, pero con una gran sonrisa y una profunda mirada me tranquilizó.

Mientras tanto, Luna nos observaba desde la ventana, nosotros nos sentamos en el suelo y empezamos a jugar. Tato era muy expresivo y no paraba de hablar. Yo, con cara de alucinada, intentaba entender lo que decía y, como no lo conseguía, empezamos a reir.

De repente, Luna alargó sus brazos y nos cogió a los dos, nos miramos sorprendidos y notamos cómo nuestros pies no tocaban el suelo. Luna nos miró y, sonriendo, dijo que el deseo que habíamos pedido esa noche era imposible,

ya que cuando se hace de día, su amigo, el Sol, nos despertaba por la mañana, ella tenía que ir con la noche para acompañar a otros niños que vivían al otro lado del mundo como Tato.

Luna siguió hablando, nos dijo que cuando quisiéramos estar con ella pensásemos el uno en el otro y notaríamos su compañía. Los dos nos miramos emocionados pensando que Luna nos había dado algún tipo de poder.

A partir de esa mágica noche, no paro de leer ese fantástico libro, esperando ansiosamente que mi tía Isabel viaje a otros lugares lejanos y me traiga un nuevo libro, en el que sus protagonistas tengan ilusiones como yo. Mientras tanto, algunos días pienso en Tato y disfruto de su compañía y la de Luna a cualquier hora del día.
Maurina Godino Romero · t. 93 763 21 81 / 687 326 761 · Sant Cebrià de Vallalta (Barcelona)